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Ventana


 

DE "Soñando al hombre". "Feliza"

FELIZA


Feliz sale de su casa

a esconderse de Sí ganando amigos.

Ella quiere estar con nadie

para mirarse cara a cara,

para hablar de nada a nada,

para fugarse en otros sitios.


Feliza sale a jugar al “escondite”

contra ese Sí que la persigue

junto a una multitud que está en lo mismo.


Ella alarga el día lentamente,

resortea la hora del regreso,

no sea que se vaya el sol muy pronto

y tenga que volver frente a su espejo

a encontrarse con su rostro.


Por eso pone trampas a la tarde,

detiene su sombra en donde puede,

compra velas en la tienda del vecino

cuando la noche se hace inevitable.


Pero Feliza no lo intuye, no lo sabe,

no ve el instante en que la mano

corona la vela con el fuego,

saca la luz de las tinieblas,

separa la sombra de los cuerpos.


Por eso así, tan distraída,

se extasía en el baile de la llama,

sin sospechar siquiera

que la luz y la esperma - ¡tan distintas! -

son también iguales,

y que huyendo de ese Sí que la persigue

se vuelve a encontrar con la mentira

de ese alguien de la calle

a quien culpar de su destino.


De “Soñando al hombre”

José Jesús Jiménez B (José Niño)

Cali,Colombia.

GATO EN EL TEJADO               

Hace tanto un tiempo
que te busco un "yo te amo",
hace un tanto yo pretendo
escuchar avaros labios,
hace un tanto que requiero
caricias tuyas, gamuza canto;
así erizadamente suave
tal tuyas blancas manos
por el lomo adormecido de algún gato.

Talvez por eso mismo,
por llamar a tus cuidados,
me hallo entristecido,
maúllo en los tejados,
me asomo a tus ventanas,
exhibo cuerpo lánguido,
como si yo fuera no la cosa,
como si yo nada nunca hago;
para ver si un poco aflojas,
si acaso escondes tus reparos,
entresacas las caderas
- cántaros de fuego inusitado -
y me miras con las lunas de tus ojos
y te acercas de una vez hasta mis pálpitos.

 


NO VAYA USTED

No vaya usted a creer
que el hígado me duele
por esa boca suya esquiva,
por esas suyas manos tan distantes,
por el filo de ese suyo “no me importa“
que rasgó las cortinas de mi casa
para que mis ojos salgan a buscarle.

No vaya usted a creer
que por esa caricia suya tan pensada,
por esa sed que usted se traga,
se pueda importunar mi vida
de gratuito y fino amante,
tan dardo en los propósitos,
tan abiertos a los dados de la noche.

No vaya usted a creer,
así, no más, que usted,
pueda importunar mi joven hígado
con esa su sonrisa alegre y clara,
con esos suyos gestos como el traje,
con esa rosa seducción,
suya flor en que se esconde.

No vaya usted a creer
que por este amor espina,
-relámpago sin noche-
guarde algún recelo,
prepare algún vinagre;
ni vaya usted a pensar
que al menos hoy, pudiera odiarle.
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